¿Es importante el acierto en la elección de pareja para la estabilidad del futuro matrimonio?
Para quienes creemos en la indisolubilidad del matrimonio, la elección responsable de pareja, es sin duda alguna, un serio problema con el que ha de enfrentarse todo aquel que desee casarse.
Téngase en cuenta que no todas las personas están capacitadas para asumir las responsabilidades de la vida matrimonial y familiar, y sin embargo, estas personas se casan. Evidentemente quien casó con ellas hizo una mala elección.
Pero aún eligiendo una persona con capacidad para la vida matrimonial y familiar, puede ocurrir que no reúna las mejores condiciones para casarse con ella; es decir no reúna aquellos requisitos (afinidades, agrado mutuo, etc) que le haga idónea para ella, aunque lo pueda ser para otra.
¿Qué papel juega hoy día el corazón, en la elección?
En nuestra sociedad se da una sorprendente exaltación del enamoramiento a través de la literatura y el cine, al tiempo que los medios de comunicación social aconsejan por doquier: “Sigue los dictados de tu corazón”. Es decir, observa tus sentimientos y no te preocupes de nada más, que los sentimientos es lo único que importa. Muchas personas de nuestro entorno afirman que no se casarían a menos que estuvieran plenamente enamoradas.
Es muy frecuente la aspiración a vivir un gran amor y, a ser posible, a permanecer indefinidamente en un estado de enamoramiento. Quizás haya que ver en estas ansias un anhelo de felicidad, que el hombre descristianizado de nuestro tiempo busca aquí y ahora, de igual forma que otras veces lo buscaba en Dios y en la vida futura. La realidad es que el hombre actual rechaza vivamente cualquier crítica al enamoramiento como aspiración personal. Y de igual manera será rechazada cualquier opinión en contra a la idea del derecho de cada cual a buscar “al hombre o mujer de su vida”, esto es, la persona capacitada por sí, para colmar de felicidad a uno, aunque luego, paradójicamente, se afirme no creer en los mitos románticos del “Príncipe Azul” y similares.
¿Es verdad que el amor es ciego?
Gregorio Marañón opinaba así: “El amor sigue siendo ciego; y para un suceso tan grave como casarse, es necesario buscar guías que tengan buena vista”. Y con toda razón afirmaba Kant. “El amor es ciego hasta siete días después de casarse”.
Para los que se dejan arrastrar por los vivos sentimientos, sí lo es y por estos sentimientos se dan los fenómenos de la idealización y de la ceguera propiamente dicha. Por la idealización, el enamorado repara muy especialmente en todo lo positivo que adorna la persona del otro y desatiende los aspectos negativos que puedan acompañarle. Si la idealización es una supervaloración de las bellas cualidades del amado, muy relacionado con ella surge el fenómeno de la ceguera, o sorprendente incapacidad para detectar sus defectos, por grandes que sean. El enamorado se resiste a su reconocimiento, por mucho que familiares y allegados los expongan con toda clase de razones y argumentos.
Por esta idealización y ceguera se puede alcanzar un emparejamiento ilógico o irracional. Las personan no se enamoran por haber tenido en cuenta las buenas cualidades que adornan la personalidad del otro, de las que con propiedad podría hablarse de la belleza del alma. En absoluto, se enamoran por detalles de su físico o de su carácter del todo irrelevantes. Consecuencia de ello es que se pueden prometer para casarse dos personas que reúnan entre sí las peores condiciones para una buena convivencia, aunque ciertamente y por fortuna, como es fácil de observar, no siempre sucede así.
¿Es verdad que el amor todo lo puede?
Existe en las mentes de personas románticas la idea de que ante un verdadero amor no hay obstáculos que se le opongan. Las películas lo presentan muy bonito pero, en caso de que se tratara de un hecho real, sería muy interesante ver cómo se desenvuelve la vida de esa pareja de protagonistas con afinidades diferentes una vez que ha terminado esa etapa de pasión amorosa que, indefectiblemente, ha de terminar.
Los vivos sentimientos amorosos suelen tener una duración corta y generalmente desaparecen a los pocos meses de iniciada una convivencia. Ahora bien, si nos referimos al amor con mayúscula, al amor agápico, al amor que cursa con olvido de sí para pensar solo en el otro, entonces sí podemos decir que el amor puede durar toda la vida.
¿La amistad puede ser un medio para elegir pareja?
Hay muchos grados de amistad y, naturalmente, la valoración de este medio está supeditada al conocimiento, intimidad o confianza que una persona tenga en su amigo. Cuando la amistad es reciente o simplemente superficial, el paso a un compromiso matrimonial puede ocurrir a través del enamoramiento, en cuyo caso los inconvenientes son los anteriormente descritos, al referirnos a él. En los demás casos, cuando se da una amistad firmemente consolidada, el paso de ella al noviazgo hay que considerarlo positivo por varias razones:
- Una amistad sólida supone la existencia de puntos comunes, más bien muchos que pocos, tales como el nivel cultural, socio-económico, aficiones, ideología, etc.
- No es normal que una venda de vivos sentimientos impida reconocer los defectos más llamativos de un determinado amigo, y precisamente por ello se le juzga desde un prisma de objetividad.
- La amistad no es algo vergonzoso o socialmente reprobable y ello permite que los amigos entren en casa, hablen con la familia y ésta se forme una opinión que sea el fundamento para aconsejar, antes de llegar al noviazgo.
En definitiva, se puede considerar que una forma de elegir pareja a través de una sólida y bien fundamentada amistad posee ventajas y carece de los inconvenientes de los otros procederes.
¿Por qué se ha de guiar una persona a la hora de la elección?
Es preciso que la elección de pareja para el matrimonio se haga atendiendo a varios condicionamientos:
- Los valores de una persona que le capaciten plenamente para la vida matrimonial y familiar: carácter equilibrado, espíritu de servicio, laboriosidad, honradez, salud física y mental, etc.
- Simpatía, agrado y atractivo sexual, del uno para el otro.
- Afinidades en cuestiones importantes: ideología, costumbres, cultura, aficiones, forma de gastar el dinero y de entender la relación con Dios.
- Un cierto grado de complementariedad de caracteres (sin ánimo de exagerarlos): hablador-escuchador, asertivo-acatador, ofrendoso-receptivo, dominante-dominado, activo-pasivo, fantasioso-realista…
Sin embargo, por los fenómenos de idealización y ceguera antes descritos, es difícil mantener la objetividad, cayendo en un radical individualismo. Ante este hecho, es fundamental tratar de enfriar los sentimientos y estar abiertos al asesoramiento de familiares y amigos, sin tener prisa por dar un paso más comprometido en la relación. Además, un amor que se cuece a fuego lento, permite el desarrollo de las formas de amor agápico o desinteresado, importantísimo para sostener el amor a largo plazo.
En este sentido, también desde el COF podemos ser de utilidad para dar luz en todas aquellas cuestiones relacionadas con los rasgos del carácter y de la personalidad, los trastornos de conducta o las heridas en la historia familiar que requieran un asesoramiento personalizado y profesional.