Cuaresma: tiempo de penitencia y de renovación. Quiere el Señor que nos despeguemos un poco de las cosas de la tierra y que nos volvamos a Él.
Cuando los hijos van mayorcitos hay que hablarles de todo esto para que sepan valorar el sentido de la Cuaresma, el sentido del sacrificio que debe tener un cristiano y ofrecer a Jesús este pequeño obsequio a Él, que se dejó clavar en la cruz por todos nosotros.
Volver a Él significa estar dispuestos a poner todos los medios para vivir como Él espera, nosotros mismos, y, después, procurar que nuestros hijos lo vivan también, explicándoles que no son prohibiciones, sino dominio de uno mismo, que no es algo negativo, sino todo lo contrario: autoafirmación; puesto que lo hago porque quiero, libremente, por amor a Dios. Y porque es muy bueno ser yo el dueño de mis actos, me privo de pequeñas cosas que son lícitas, pero que harán que yo esté por encima de ellas y no que ellas me dominen a mí.
Debemos tener siempre deseos de que se viva en nuestro hogar para tener luego la alegría de celebrar la Resurrección sabiendo que hemos acompañado a Cristo durante los cuarenta días que dura la Cuaresma. Y ese es el sentido que tienen las procesiones, recordarnos a cada uno de nosotros lo que pasó de verdad, y así hay que contárselo a los hijos y a los nietos, puesto que los pasos de Semana Santa son una auténtica catequesis en la calle. Habrá que explicar muy bien lo que las imágenes representan y aprovechar la ocasión para contarles parte de la Vida de un Dios que quiso hacerse hombre para sacrificarse por nosotros.