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Sí a la vida

Sí a la vida

Ante la Jornada por la Vida del día 25 de marzo, fiesta de la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo en las purísimas entrañas de la Inmaculada Siempre Virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo, queremos traer el testimonio de una persona que, después de participar en unos 75.000 abortos,

según confesión propia, entre ellos dos de sus hijos, cambió de bando: el Dr. Nathanson, un judío ateo (como él se describía) que finalmente se convirtió al Catolicismo en 1996.

queremos traer el testimonio de una persona que después de participar en unos 75.000 abortos, según confesión propia, entre ellos dos de sus hijos, cambió de bando: el Dr. Nathanson, un judío ateo (como él se describía) que finalmente se convirtió al Catolicismo en 1996.

Sin escrúpulos, defendió a capa y espada este negocio desde la clínica, la docencia y la política en una espiral imparable de mentiras, lágrimas, sangre y muerte hasta 1972, en que empezó a trabajar como obstetra y a utilizar el ecógrafo en el seguimiento de embarazos. Así pudo comprobar que el feto es un niño al que le late su propio corazón y que se mueve dulcemente confiado en el vientre de su madre. Y comenzó a luchar en favor de la vida desde el testimonio de la propia ciencia. Y la ciencia, después, le llevó hasta Dios.

Su vídeo “El grito silencioso”, la grabación de un aborto en 1984, permite ver a un niñito de 12 semanas que busca angustiadamente refugio en el útero materno mientras huye del aspirador introducido para acabar con su vida, así como el impactante grito-sordo-de-dolor que emite cuando finalmente éste le alcanza y le destroza.

“La mano de Dios”, su libro autobiográfico, nos da las claves de la legalización de este diabólico crimen (así lo denomina): estadísticas falseadas y razones fraudulentas para erigirlo en un derecho necesario a la promiscuidad sexual convulsa que él mismo practicó, cuyo efecto no deseado puede ser un embarazo. Lúcidamente expone, desde su experiencia, un futuro legal de clínicas que, en serie, reproducirán el horror de Auschwitz porque, cuando se pierde el respeto a la vida naciente se acaba perdiéndolo a toda vida. Y reconoce en Dios el único asidero de su infierno (como él llama a la primera etapa de su vida): “Me ofreció una reluciente chispa de esperanza en la creencia, cada vez más firme, de que, hace dos milenios, Alguien había muerto por mis pecados y mi maldad".

La Agonía, Pasión e injusta Muerte y de un inocente, el Hijo de Dios hecho Hombre, que celebramos estos días, nos invita a una seria y profunda reflexión sobre el aborto y sus causas, sobre la cultura de la muerte. ¡Que ella nos lleve a dar un definitivo e incondicional “sí” a la vida!, pues, como decía Nathanson: “la victoria es de Jesucristo”.

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