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Para educar bien

Para educar bien

Si queremos que un niño o niña, el día de mañana, sea una persona honesta, responsable, educada y asertiva (no manipulable), debemos educar con unas características que son:

AMOR. Sobre todo; los niños pequeños son auténticos “detectores del amor”. Saben perfectamente quién les quiere y quién no; aunque se le riña, castigue o no se le consienta ningún capricho. Amar no es consentirles, ni regalarles cosas antes de que las pidan. Amar es darles nuestro tiempo, cariño y dedicación paciente.

RESPETO. Si quiero que aprenda a respetar debo enseñarle, con el ejemplo, desde la más temprana edad. Respetar es dejar que decida en pequeñas parcelas de autonomía que debo darle. Es no insultarle, no gritarle, no zarandearle, ni compararle con nadie para que no se sienta minusvalorado, ni descalificado. Para ello le corrijo con tranquilidad, educación y razonamiento; aunque tenga que castigarle o sancionarle. Ellos lo aceptan de buen grado, si se acompaña de un análisis de la situación.

RIGOR. Si actúo como educador, padre, abuelo…, debo tener siempre un rigor y unos criterios firmes para no permitir hoy lo que ayer fue motivo, incluso, de castigo. Quiero decir; lo que ayer estaba mal, hoy también lo está y mañana lo estará de la misma manera. Y no funciono según el humor en el que me encuentro, o según con el píe que me levanto cada día.

FIRMEZA. Si dije “no” es no; si dije “sí” es sí; lo digo y lo mantengo. Y si sanciono o castigo, mantengo el castigo y no hay negociación posible acerca de un castigo ya impuesto. Ser firme es ser coherente y consecuente. Por tanto, antes de conceder, castigar o emitir una decisión o hacer un juicio hay que analizar las posibilidades y pensar las consecuencias.

… Y todo esto regado con unas buenas dosis de PACIENCIA. Los cambios de conducta no se dan de un día para otro, se producen con insistencia, tesón, paciencia, mucho cariño y confianza.