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Juventud y Fortaleza

Juventud y Fortaleza

Profesores veteranos, que han visto pasar por las aulas a alumnos de distintas décadas, advierten que en cada nuevo curso se acentúa el desinterés por las materias impartidas. 

La desgana, indolencia y apatía les domina de tal forma que se ven en la necesidad de ser excesivamente blandos, so pena de aprobar a unos pocos tan solo.

Es cierto, según demuestran los estudios llevados a cabo periódicamente por la Fundación SM, que los jóvenes actuales valoran en alto grado el tiempo de ocio para desplegar sus actividades sociales y de expansión. Nada hay que oponer a eso, porque no hay incompatibilidad alguna entre esparcimiento y estudio y siempre se han dado estas dos actividades acompañadas, fructificando en amistades para toda la vida y noviazgos que han terminado en boda. Entonces, ¿a qué obedece esta falta de energía mental?

Por otra parte, se sabe también, pues las estadísticas no engañan, que el suicidio es la principal causa de muerte entre los jóvenes, seguida por los accidentes de tráfico. El Informe sobre la Evolución del suicidio en España en la población infantojuvenil (2000-2021), muestra un aumento del 32,35% en el número de suicidios entre los adolescentes de 12 a 17 años de 2019 a 2021. En total, en la población comprendida entre los 12 y 29 años, se registraron 336 suicidios solo en 2021.

Los motivos por los que un joven decide quitarse la vida son variados. Sin embargo, parece que el joven actual, sea chico o chica, es débil a la hora de resistir situaciones desagradables; opta por la huida, por la peor de todas, la de salir de este mundo. Eso sin olvidar las falsas soluciones: alcohol, analgésicos, ansiolíticos y derivados cannábicos. 

Si se considera la falta de vigor en el estudio, por un lado y la flaqueza para resistir la adversidad por otro, ambas cosas bien patentes, se puede concluir que, quizás, lo que falta en esta juventud es una virtud fundamental, muy apreciada desde los tiempos de la Grecia Clásica y elevada a un plano sobrenatural con la llegada del cristianismo. Esta virtud, al parecer hoy minusvalorada, se llama fortaleza.

Desde el campo de la Psicología ha surgido una rama llamada Resiliencia, que muestra los factores principales que intervienen para fortalecer psíquicamente al joven, tales como la autoestima, la confianza en sí mismo, la familia estable y el fomento de hábitos de esfuerzo y valentía. Y es la Logoterapia la única rama capaz de contemplar el sentido del sufrimiento.

Desde el punto de vista espiritual, la fortaleza es virtud sobrenatural, don del Espíritu Santo, relacionada con el resto de las virtudes, y se desarrolla en una vida de fidelidad al Señor. El apoyo de la fe, la templanza y demás virtudes permiten que la gracia de Dios llegue más allá de lo que pueda alcanzarse por las simples fuerzas naturales.

En muchos hechos que la historia conserva es posible contemplar a hombres y mujeres, que, en momentos decisivos, pusieron su confianza en Dios y se abandonaron a su voluntad. También en ellos hay que aceptar la fortaleza como don de las Alturas.

Se puede concluir que todo joven, para ser fuerte, precisa disponer de una personalidad plenamente madura, en la que brille la vivencia de libertad íntima, donde ningún vicio lo limite en sus decisiones, pues de acuerdo con Tomás Melendo (1999): cuando el hombre se centra en los bienes puntiformes de sus tendencias inferiores, de sus instintos, y es absorbido por ellos, disminuye su vigor interior, se equipara en cierto modo a los animales, se petrifica y se resta libertad.

Nos encontramos en un mundo revolucionado con los avances de nuevas tecnologías y cambios drásticos en las costumbres y formas de vida, pero temprano o tarde esta ruptura pasará factura y la desesperanza vendrá como inseparable compañera. Es preciso volver a los orígenes y rescatar las virtudes que son básicas para crecer y madurar adecuadamente.

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